
Volvió la niña al taller a los pocos meses, y vió sorprendida que, en el lugar de la enorme piedra, se erguía un hermosísimo caballo que parecía ansioso de liberarse de la fijeza de la estatua y ponerse a galopar. La niña se dirigió al escultor y le dijio: ¿Cómo sabías tú que dentro de esa piedra se escondía ese caballo?
Todos parecemos una piedra magullada y desigual, pero todos tenemos un escultor que nos va dando forma a través del trayecto de nuestras vidas, y al final nos daremos cuenta que somos una única y verdadera "obra de arte".
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